Fecha: 20.21.22/SET/2013
Banda: Los Mostachos
Lugar:Bs As
¿No tenés un
piresito?
Mi función en la gira no estaba del todo clara. Ejercía
de soporte del técnico audiovisual y anotaba ocurrencias o frases ajenas en
una pequeña libreta que casi nadie vio pero que es hermosísima:
tiene a Demócrito en la tapa y sus hojas son cuadriculadas.
Esto fue todo lo que anoté:
<<Bondi: dos cotorras incansables. La rubia es típicamente
fea: “hasta que vea el Obelisco
no lo voy a poder creer”; al pasar por el futuro shopping de los cuernos de Batlle: “¡ay!
¡cuántos
obreros!”. Me duermo escuchando el Hot rats. Invitamos a estas boludas a la gira: escenas de sexo
salvaje. Terminal de Colonia. Antes tenía sillones de cemento. Pregunto a la tripulación
si el barco tiene flipper. Quilmes. 17:05 TIKI. 17:45 TIKI. Compramos la
tarjeta SUBE en el CORREO. Bondi hasta Once. Tráfico insoportable.
Pichi se queja del tráfico insoportable. Pichi se queja nuevamente. Perla del
Once: bar sin personalidad, frío y muerto. En el baño hay un cartel con la letra de “La balsa”.
Doble TIKI. Quilmes viendo Godoy Cruz 2 – Tigre 0 (golaso de Jonathan Ramis); Racing –
Newells (inconcluso). Los Mostachos y el resto del séquito (Vico, Hoski,
Daniela, Manolito) nos golpean el vidrio. La Perla no los deja entrar. El bar
cierra porque toca un tal Del Pino. Terminamos la Quilmes, TIKI y hacia el bar de
enfrente donde esperan los ruockstars>>
Perros en Luján
El 57 se toma en Rivadavia y Pueyrredón, junto a la plaza
de Once. Ninguno tiene la tarjeta SUBE y Pichi se convierte en el encargado del
transporte. El bondi es apropiado para dormir; una hora y media de
autopistas monótonas. Pisamos la estación de Luján
a las 11. El piso es de color mugre vieja. La Catedral es imponente y cambia de
color según la luz que recibe, como el Taj Mahal. Hay otras atracciones:
los perros callejeros–peludos, viejos, gordos y pasivos– y las niñas
preadolescentes. Los primeros están en todos lados: bajo las mesas de las parrilladas, bajo
los pórticos
de las esquinas, bajo el antiguo campanario de la Catedral, bajo las cuchetas
del hostel, bajo la melena del Hoski. Las niñas preadolescentes
también.
Se visten como si fueran prostitutas neoyorquinas de los ochenta;
se mueven sin equilibrio encima de zapatos altísimos, taconeando
por las calles mientras esquivan perros. En la puerta del
Barcelona hay niñas preadolescentes sobornando el permiso para ingresar,
echando humo con torpeza por la nariz. El Barcelona tiene forma de ficha de
tetris;
de “z”
alargada. El escenario está al fondo; se accede luego de esquivar mesas y desear a la rubia de
labios gordos que
atiende la barra. Los Mostachos se cambian de indumentaria.
Martina: blusa negra y pollera blanca con lunares
negros. Raúl: pantalón negro y camisa psicodélica con círculos
blancos. Antes de que ocupen el escenario, Hoski sube a escena. Campera de
cuero negra que deja al descubierto una velluda barriga. Tras su figura, un Dalí
pintado y un Perón agitando las manos y arengando a una multitud. Enchufa la
viola y pela un repertorio plagado de palabras soeces, sensibilidad alternativa,
humor iconoclasta, reflexiones políticofilosóficas y una bellísima melodía que
adorna la historia de un perro llamado Gondolero que
olisquea huevos. En ningún lugar mejorque en Luján.
La chancha de Martina (she told
me that she wanna kill me)
Abrieron con una versión toda rota de “Ruby Tuesday”. Sonó como sonaría una banda de rock industrial destrozando un tema bubblegum pop. Un inicio inmejorable y sin embargo el toque no hizo más que levantar. Sonó el futuro hit del queerrock mundial: “Yon Otra Volta” o “John Travesti” o “Soy Travesti”. Tocaron “Wine & Tea” y “Red Moon” (temas ideales para cerrar los shows pero que esta vez sonaron al comienzo). El dúo tomó confianza y los que bebíamos de pie nos íbamos acercando al escenario como imantados por los pedales: con cada pisotón se esfumaban mágicamente dos metros entre la banda y el público. Martina no perdía de vista a su hermano y ajustaba sus golpes. Ya no son la banda que editó Vaca a mediados de 2012. Son una banda mucho más madura y compacta, con un repertorio extenso y uniforme. Quizá por esto me cueste diferenciar entre sí los temas de Los Mostachos. No me importa, mejor así. De esta manera el toque se convierte en una larga sucesión de violentas descargas eléctricas y percutivas. Pero esto me impide ser más preciso. No puedo asegurar en cuál tema quedé extasiado con la chancha de Martina. La profundidad que logró darle me dejó con la sensación de un fuerte beso en el oído. Las proyecciones de Pichi volvían más hipnótica la escena. La luz no es luz si la muestra Pichi, es otra cosa: es una antigua planta psicotrópica de los valles del Indo o las colinas de Brahmaputra que desarma tu estructura mental, es el horror a quedarte ciego de golpe, es oler un pedo de Dios. Hoski subió como invitado a cantar “First day of autumn”; le valió el inmediato reconocimiento de Nico Barcia1. Cuando los pterodáctilos verdes aullan a mi espalda y el patrón dice: “trabaja, trabaja”A las 9.30 me desperté de una pesadilla en la que Hoski sodomizaba a un grupo de perros preadolescentes mientras Raúl y Martina tocaban el glockenspiel y el harpsichord, Vico sacaba fotografías a velocidad hardcore, Daniela aplaudía y le arrimaba perros a su novio, Manolito buscaba en el mapa el camino más rápido y seguro para abandonar el lugar, y Pichi
Abrieron con una versión toda rota de “Ruby Tuesday”. Sonó como sonaría una banda de rock industrial destrozando un tema bubblegum pop. Un inicio inmejorable y sin embargo el toque no hizo más que levantar. Sonó el futuro hit del queerrock mundial: “Yon Otra Volta” o “John Travesti” o “Soy Travesti”. Tocaron “Wine & Tea” y “Red Moon” (temas ideales para cerrar los shows pero que esta vez sonaron al comienzo). El dúo tomó confianza y los que bebíamos de pie nos íbamos acercando al escenario como imantados por los pedales: con cada pisotón se esfumaban mágicamente dos metros entre la banda y el público. Martina no perdía de vista a su hermano y ajustaba sus golpes. Ya no son la banda que editó Vaca a mediados de 2012. Son una banda mucho más madura y compacta, con un repertorio extenso y uniforme. Quizá por esto me cueste diferenciar entre sí los temas de Los Mostachos. No me importa, mejor así. De esta manera el toque se convierte en una larga sucesión de violentas descargas eléctricas y percutivas. Pero esto me impide ser más preciso. No puedo asegurar en cuál tema quedé extasiado con la chancha de Martina. La profundidad que logró darle me dejó con la sensación de un fuerte beso en el oído. Las proyecciones de Pichi volvían más hipnótica la escena. La luz no es luz si la muestra Pichi, es otra cosa: es una antigua planta psicotrópica de los valles del Indo o las colinas de Brahmaputra que desarma tu estructura mental, es el horror a quedarte ciego de golpe, es oler un pedo de Dios. Hoski subió como invitado a cantar “First day of autumn”; le valió el inmediato reconocimiento de Nico Barcia1. Cuando los pterodáctilos verdes aullan a mi espalda y el patrón dice: “trabaja, trabaja”A las 9.30 me desperté de una pesadilla en la que Hoski sodomizaba a un grupo de perros preadolescentes mientras Raúl y Martina tocaban el glockenspiel y el harpsichord, Vico sacaba fotografías a velocidad hardcore, Daniela aplaudía y le arrimaba perros a su novio, Manolito buscaba en el mapa el camino más rápido y seguro para abandonar el lugar, y Pichi
emitía proyecciones desde sus ojos y acompañaba la escena con imágenes
eslavas de gore. Yo me vi de pie, sobre unos inmensos zapatos de taco, imberbe.
Salté
de la cucheta, abrí los postigos y me desplomé de rodillas de cara
a la Catedral. Mientras la miraba, cambiábamos de color. La noche había dejado su lugar a
un día
gris, frío y lluvioso. Habíamos pagado la noche para cinco personas pero nos
despertamos ocho. ¡La virgen hace
milagros!
Cause if
you close the door, I'd never have to see the day again
Villa Urquiza es un barrio de zona norte. Se puede llegar en subte, bajándose en la estación
Los Incas. Villa Urquiza es un barrio prohibido al ruido: prestando atención
podés
escuchar tu propio sistema nervioso en funcionamiento. Da la sensación
de estar caminando en un laboratorio
camuflado: todo está hecho de láminas de plomo con forma de árboles y casas, las cubiertas
de los coches son de lana de roca. Palacio Beltrán está
ubicado en una de las esquinas del laboratorio. En la planta
alta funciona un pequeño bar. La cerveza es barata y se la puede beber tumbado en
sillones. Hay un perro inteligentísimo que es ventrílocuo y hace decir a la gente lo que ÉL quiere. El
cuartito de la música queda en la planta baja, al lado de la
escalera. Es diminuto y concentra todo el ruido que está
ausente afuera. Del mismo modo que la luz es incolora y, por lo tanto, la
existencia de los colores se da únicamente en la retina del vidente, el sonido no suena a
menos que haya alguien allí para escucharlo. Toca con la
precisión de una máquina. Tuvo una sola falla: hacia el final pateó
el pie de un platillo y lo tiró sobre la guitarrista. Se produjo un silencio urquiziano.
Antes sonaron Los Mostachos. El toque tuvo algunas variaciones con respecto al
del día
anterior (selección y orden de temas, vestuario, captación hipnótica)
pero dejó conforme al oído exigente de los presentes. Iniciaron con “Atmosphere”,
de Joy Division y desplegaron luego mayoría de temas noise, acorde con el silencio que nos rodeaba.
It´s time to go, it´s time to smile
La vida del rock es agotadora y uno hace tiempo que descartó
dedicarse a la educación física. La espalda se vuelve un enemigo y las piernas se
vuelven de gelatina. Dormir siete horas en setenta y dos distorsiona la
percepción. El tiempo parece extenderse indefinidamente hacia el pasado;
lo que ocurrió ayer parece haber ocurrido el mes anterior. Vive rápido
y duerme poco y la vida se hará más larga.
WINSTON
O´BOOGIE
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